Un libro que leí ya de grande y que me gustó muchísimo. Mucha gente lo ha leído y es quizás el libro más interesante de la producción literaria de García Márquez y probablemente el más famoso también.
Pero mi historia con este libro comienza en la infancia. Cuando yo tenía aproximadamente 5 años, mis padres me llevaban al "Prado", uno de los principales parques de Montevideo. Allí, además de haber mucho verde y grandes árboles, existían varios juegos infantiles como una calesita clásica, de esas de caballitos que subían y bajaban al ritmo de la música. Y para ello siempre usaban algunas canciones que ponían en un viejo tocadiscos que había en el centro de la calesita. La canciones era cortas, generalmente de 3 o 4 minutos. Por lo general, ponían un simple de Los Wawancó -un famoso conjunto de música tropical creado en argentina pero que estaba integrado por músicos jóvenes de varios países latinoamericanos: Perú, Costa Rica, Chile, Colombia y en alguna llegó a tener a un uruguayo en sus filas-. El simple en cuestión tenía una canción llamada "Macondo". Yo me subía a los caballitos y daba vueltas mientras sonaba la canción. A mi me encantaba y la tengo unida a mis más hermosos recuerdos de infancia. Por supuesto, que no entendía nada de lo que decía la letra pero hablaba de los personajes principales del libro: José Arcadio, Aureliano, Remedios, Amarata, Úrsula, Mauricio Babilonia y otros más. Yo me subía a los caballitos y daba vueltas mientras sonaba la canción.
Mi padre compró el disco que tenía esa canción del lado A y Cañero soy en el lado B y yo lo escuchaba mucho. Me encantaba su ritmo y su melodía. Hay que decir que este conjunto fue muy famoso y de un nivel musical altísimo, incluso para su época.
Un día le pregunté a mi padre que era eso de Macondo -cuando era un poco más grande- y él me respondió que trataba sobre un libro famoso pero creo que no lo había leído.
Así que siempre me quedó esa curiosidad por saber que era ese lugar .
Muchos años más tarde cuando tenía alrededor de 20 años leí algunos de los libros de García Márquez que a decir verdad no me llamaron demasiado la atención, quizás no los entendí. Y teniendo que estudiar, leía otras cosas. Pero un día cayó en mis manos "Cien años de Soledad" y dije "lo voy a leer" porque seguía con la curiosidad de saber quienes eran esos personajes con nombres tan raros que aparecían en la canción. Y me fascinó.
La historia de ese pueblo ficticio de Latinoamérica y de la familia "Buendía" realmente me pareció cautivante, además de excelentemente narrada y me envolvió de tal manera que yo comencé a vivir en ese pueblo durante todo el tiempo que me llevó leerlo. "Realismo mágico" es el género al que pertenece esta novela y otras de este escritor. Yo era parte también de esa familia.
Con toques de humor y de crítica de lo que son esos pueblos latinoamericanos a los que no estábamos acostumbrados los uruguayos y en especial los montevideanos, logra en verdad hacer creer que ese pueblo existió y que los sucesos que se describen en la novela realmente ocurrieron. Seguramente, mucho de lo que se cuenta esté sacado de hechos parecidos que el autor conoció en su natal Colombia. Los nombres son inventados -como se dice a veces cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia- García Márquez describe personajes creíbles y a la vez surrealistas, junto a hechos que también suenan mágicos pero con una base real.
Aquí les dejo la letra de Macondo que pinta muy bien el clima de ese pueblo:
Los cien años de Macondo sueñan, sueñan en el aire,
De los años de Gabriel trompeta, trompetando anuncian.
Encadenado a Macondo sueña don José Arcadio
Y ante él la vida pasa haciendo remolinos de recuerdos.
La tristeza de Aureliano, el cuatro
La belleza de Remedios, violines
Las pasiones de Amaranta, guitarras
El embrujo de Melquiades, oboes
Úrsula cien años, Soledad Macondo
Úrsula cien años, Soledad Macondo
Eres epopeya del pueblo olvidado
Forjado en cien años de amor en su historia
Te imagino y vuelvo a vivir
En mi memoria quemada al sol
Mariposas amarillas Mauricio Babilonia
Mariposas amarillas que vuelan liberadas...
¡Gracias a Gabriel y a los Wawancó!
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